jueves, 20 de noviembre de 2008

inocencia

Mi inocencia se perdió cuando mis huesos dieron contra el fango, cuando mi suave y dulce alma fue azotada... y donde desgarradamente agonizaron mis sueños. Cada palabra contra mi alma fue arrancándome uno de mis músculos, derramando la sangre de mi cuerpo hasta que finalmente solo quedaron mis huesos. Cuando no tienes manos, ni ojos es fácil no ver, ni tocar. Cuando te faltan las piernas y los brazos no puedes abrazar.. ni tampoco huir. Te quedas ahí si poder resguardarte, tan solo esperando a que la muerte te salve de aquello que mas odias... Cuando empiezan a entreverse tus huesos y notas que tu corazón va empequeñeciéndose, no puedes pensar en otra cosa que no sea en tu propia autodestrucción... y cuando finalmente te das cuenta de que tu corazón se ha evaporado y que tus huesos han sido arrojados a las sarnosas fauces de lobos hambrientos ¿qué te queda? Ya no eres nada, no puedes sentir, no puedes llorar por ti... no puedes intentar cambiar, porque no eres nada.. solo una tenebre luz, una energía que solo puede actuar como depredadora, para poder continuar allí. Entonces te das cuenta que no han sido robados tus huesos, que tus manos y tus pies te acompañan enraizados a tus brazos y tus piernas. Cada músculo de tu cuerpo permanece inmóvil y sujeto a ti... tan solo en tu interior notas el movimiento de un músculo, palpita por tu vida.. pero no crees que sea tu corazón, tu mismo lo has sentido evaporarse, al igual que, sí, tienes ojos, pero con ellos no ves lo mismo que con los que tenias antes.. sigues teniendo manos, pero éstas están decididas a no moverse para nada más de lo que sea necesario. Todo está igual, pero a la misma vez todo ha cambiado. Tienes un cuerpo más fuerte, pero más inerte... has perdido tus ilusiones, tus pensamientos.. has perdido parte de tu alma. Cuando te miras al espejo, solo aciertas a ver una sombra que se pone, donde antes se hallaba tu reflejo y en tus ojos no hay nada. Una triste alma fría y muerta recorre el interior de tu cuerpo... y entonces ves el mundo real. Y en ese mismo mundo real ves roto y despedazado lo que antes era tu cuerpo, tus antiguos ojos, tus manos, tus antiguos sueños... y al preguntar, tu yerta y despegada boca solo acierta a susurrarte una débil palabra con el que será su ultimo aliento... INOCENCIA.

1 comentario:

  1. me ha gustado mucho, dramático pero sobrio, tienes los ojos un poco endurecidos echales un poco de sal jeje

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