domingo, 16 de agosto de 2009

Había una vez un país chiquitito donde las niñas salían a tomar el sol por las mañanas en sus terracitas rosadas, todas las casas estaban pintadas de azul cielo y todo el mundo era feliz.

Allí raramente, la vida sí tenia sentido, y todo el mundo conseguía lo que quería por muy difícil que en un primer momento nos pudiese parecer.

Pero algo iba mal, en ese bello país. Todo el mundo podía ir a verlo, sentir su calidez.. todo el mundo podía acariciar su luz y saborear el fresco tacto de la hierba recién cortada con la planta de los pies.. pero nadie podía permanecer allí para siempre.

Había quien se resignaba pues no tenía otra solución, se dejaban llevar por lo inevitable y aprendían a ser felices fuera de ese pequeño mundo.

Otros estaban extasiados con poder haber salido de aquel estúpido maravilloso mundo. ¿Dónde estaban los problemas allí?, ¿Dónde se metía la realidad de la vida?. Ese nunca había sido un mundo para ellos.

Muchos otros se tapaban las orejas y aun desde el exilio se negaban a si mismos estar fuera de donde habían logrado maravillosamente ser tan felices, vivir una mentira es cosa de valientes, para ellos esa era su misión.

Aprender a vivir fuera de aquel mundo no ha sido sencillo, algunos no han sobrevivido fuera de él.. permanecen expectantes a la espera de su readmisión.. soñando con abrir los ojos y encontrarse de nuevo allí comiendo para siempre nubes rosas.. Y quienes han preferido no recordar..

Yo soy de las que ha intentado seguir adelante, pero no he olvidado la calidez de aquel sol, que brilla más que ningún otro que hallamos visto jamás.